Siempre he dicho que si el dinero es nuestra razón de vivir, y si medimos nuestro valor por lo que tenemos y no por lo que damos, entonce no tenemos ninguna razón de vivir. A menos que nuestra meta sea buscar primero el Reino de Dios , no tendremos metas que merezcan nuestro esfuerzo.
Si uno constantemente se preocupa de perder aquello que hoy no necesita, muy probablemente lo perdéra.
El estar atados a nuetras posesiones y cuentas bancarias a tal grado que no podemos soltarlas, jamás podrá compararse con el estilo de vida abundante y desbordante que Dios ha diseñado para nuestras vidas.